El académico de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile, Dr. Fernando Pairican, se refiere en su columna de la Pontificia Universidad Católica de Chile a la convención constitucional, al reconocimiento de los pueblos indígenas y a idea de un país plurinacional e intercultural.
En ese marco, el investigador señaló: “El estallido social del 18 de octubre de 2019, en la historia del retorno a la democracia del país, marca un punto de inflexión. Los aspectos no resueltos de la transición, como la incorporación de los pueblos originarios como sujetos de derechos, generaron una desafección hacia la democracia. El uso de movilizaciones sociales y tumultos en el escenario por el movimiento feminista, étnico, ecologista y laboral, expresaron el desajuste entre las expectativas de desarrollo y las reformas necesarias para un país más inclusivo.”
“La crisis de la democracia se vincula con las formas de hacer política. No es exclusivo del cambio de contexto, en palabras Norbert Lechner, “sino también de la política misma”. La desafección hacia la democracia, siguiendo a este autor, no se explica tan solo por una crisis económica o política, sino también por una cuestión de “cultura política”.
En relación a las demandas de los pueblos originarios y el concepto de democracia, el académico, indicó: “Podemos observar que la democracia en Chile no concuerda con las representaciones que se vinieron enquistando en las últimas dos décadas en Chile. Una de esas expresiones fue el movimiento mapuche, en que se formulase una normativa de protección, fomento de su etnicidad y un sendero de la autonomía con el ejercicio de la violencia política como instrumento. Este sendero convivió con una vía política que avanzó en el reconocimiento y apertura de los espacios democráticos para lograr ejercer los derechos internacionales. Uno de ellos fue la búsqueda de crear una normativa de protección y fomento, la Ley 19.253 promulgada en 1993, aunque insuficiente en su forma de comprender los derechos, fue puesta en crisis con la construcción de la represa hidroeléctrica Ralco en 1997. Vinieron después los debates en torno al Convenio 169 de la OIT, luego de que los episodios de violencia política a manos de sectores del movimiento mapuche lograsen apurar los procesos de negociación con el Estado. Uno de ellos fueron la “Verdad Histórica” y “El Nuevo Trato”.
“Posterior a llevar al reconocimiento a través de los Escaños Reservados para las primeras naciones, la elección de Elisa Loncon para presidir la Convención Constitucional es un avance en la reconstrucción de un sentido de la democracia, en palabras de Lechner: la democracia es “un movimiento histórico cuyo sentido ha de actualizarse siempre de nuevo, cada época ha de redefinir su significación”.
Para el investigador, la plurinacionalidad es de suma importancia, así como lo es en diversos países de América del Sur, donde se complementa con la interculturalidad:
“La Plurinacionalidad es un camino para conciliar la ausencia de derechos de los pueblos originarios. Primero fue el Ecuador y luego Bolivia en los que se ha logrado una mayor expresión. En ambos países, la Plurinacionalidad se complementa con el concepto de Interculturalidad. De esta última decantan dos: interculturalidad funcional y emancipadora. La primera hace alusión al uso de concepciones de los pueblos originarios o reconocimientos más bien simbólicos, que no tienen transformaciones materiales en la ciudadanía indígena. La interculturalidad emancipadora, permite a través de políticas integrales (económicas y políticas) modificar las relaciones de poder.”
“En Chile, la Plurinacionalidad debe crear sus propios mecanismos. Esta puede avanzar en el reconocimiento de la Autonomía como ejercicio de la Autodeterminación, en palabras de la intelectual mexicana Aracely Burguete Cal y Mayor, ese nuestro “derecho madre”. De ahí decantan el resto de los derechos, como el de Autonomía. Según esta académica, no existe un solo concepto de Autonomía, por ello sostiene que es polisémico y que es mejor hablar de las autonomías. En una reciente conversación señalaba que, en el caso de los mapuches, perdimos la Autodeterminación en el instante que se produjo la Ocupación de La Araucanía, la que no reconoció los Parlamentos firmados por los republicanos que heredaron las políticas coloniales de la monarquía bajo los gobiernos conservadores. Solo la resistencia mapuche impidió que no terminase por derrumbarse la libertad del país mapuche. No obstante, en la segunda oleada conquistadora bajo los gobiernos liberales, no fue posible detenerlo, comenzaba la opresión del pueblo mapuche, pero la misma resistencia de los mapuches, entre esos el antepasado directo de Loncon, junto a Kilapan, evitaron que la conquista fuese absoluta, forzando a los gobiernos liberales a pactar la reducción de tierras. Sin embargo, los mapuches pierden su autodeterminación.”
«El siglo XX significó la pérdida gradual de la Autonomía. Primero de las distintas reformas a la propiedad de la tierra: los títulos de merced y de reducción. Sobre esa pérdida material se implementaron reformas a la educación, la cultura y la justicia que fue carcomiéndose la autonomía del pueblo mapuche en las décadas siguientes.”
“La historia posterior es más o menos conocida. La dictadura militar fomentó una nueva “chilenización”. A los mapuches se les reconoció ser los antepasados de los chilenos, “los araucanos”, pero quienes continuaron en las reducciones fueron obligados a aceptar la división de las reducciones en títulos individuales a partir del Decreto ley 2.569 sobre liquidación de tierras indígenas de 1979, afectando la existencia del tejido social fundante del pueblo mapuche: la comunidad. Así se fueron erosionando los pequeños espacios comunitarios que sobrevivieron a la perdida de la autodeterminación y la comisión radicadora de 1883…”
Puedes revisar la columna completa, aquí: bit.ly/36LiZY2