Fuente: La Tercera.
El Presidente tiene razón cuando dice que su deber es llevar adelante un plebiscito limpio, seguro, participativo y transparente. Los ojos de la historia estarán encima de su administración por varias razones, pero sobre todo por la manera en que lidere el acuerdo de la clase política que dio origen a la reforma constitucional que abrirá el proceso constituyente. Un proceso que lleva a lo menos 15 años esperando.
Muchos rumores circulan en palacio sobre si el Presidente y el gobierno apoyarían el «Apruebo» o el «Rechazo». En los diarios aparecen versiones de unos y otros, incluyendo la de los poderes fácticos (como diría el actual Canciller) que desde el «Rechazo» apuestan por mantener las cosas como están, con suerte concediendo un par de ajustes sin importancia para asegurar los privilegios que han tenido desde hace muchísimo tiempo. El 25 de octubre nos jugamos los próximos 30 o 40 años de vida democrática en un país que en los últimos 10 meses tuvo cambios profundos, inimaginables. Al punto de que algunos de los mismísimos fácticos estarían por aprobar el inicio del proceso, sabiendo que será la única manera de encauzar las energías que por todos lados se manifiestan.
El Presidente sabe, en su fuero más íntimo, que el camino para el Chile actual y el país que viene, el camino que permitirá el diálogo, los acuerdos, que otorgará legitimidad y asegurará una discusión democrática, pacífica y abierta a todos los sectores, es el camino del «Apruebo». Esa ruta le dará al Presidente, y al sector que representa, las credenciales democráticas de una derecha moderna, capaz de debatir sus ideas en una mesa. Las ideas de unos y otros se expondrán de cara a las personas y habrá que buscar la mejor forma de que sean representadas en una nueva Constitución. Para estar seguros de los contenidos de esa Constitución, vendrá otro plebiscito que permitirá ratificar si realmente esas ideas representan el país que somos.
También el «Apruebo» le permitirá al gobierno y al Presidente encabezar una serie de acciones comunicacionales que redundarán en la idea de un gobierno respetuoso de la Constitución y las leyes, que escucha humildemente la voz de la gente (como el mismo Mandatario ha dicho tantas veces tras el estallido social) y le permitirá interactuar con una comunidad nacional llena de ganas de hacerse escuchar. Y será en la legitimidad del proceso constituyente, que la gran mayoría de las chilenas y chilenos queremos, donde deberíamos ver lo mejor de la política, pensando en recuperar confianzas para los tiempos que vienen.
Será difícil de explicar, ya lo es en muchos sentidos, que por un lado se abran los centros comerciales con todas las precauciones sanitarias, y no se haga lo mismo para ir a votar. ¿Cómo explicar que una democracia no encuentre la manera de diseñar una operación impecable para votar con todas las precauciones que ya sabemos se necesitan? La tentación de usar “mañosamente” la pandemia como excusa para no hacer el plebiscito, es el peor de los consejos que el Presidente puede escuchar.