El estudio llamado “Personas mayores y COVID-19” forma parte de la investigación realizada por el Consorcio de Universidades del Estado de Chile, como un aporte de la Red de Investigación de la Mesa temática del envejecimiento.
La académica del Departamento de Filosofía de la Universidad de Santiago de Chile, Dra. Diana Aurenque, forma parte de este estudio, tratando los asuntos éticos del COVID-19 y los problemas que enfrentan los adultos mayores.
El documento, de 19 páginas, inicia con el tema del Envejecimiento en Chile con datos obtenidos de la Organización Mundial de la Salud entre 2015 y 2050; Los estudios basados en evidencia indican que la longevidad se basa en dos factores principales, la genética y el estilo de vida, factor que impacta en aproximadamente un 70%.
La investigación menciona que las personas mayores pertenecen a un grupo heterogéneo, que pueden tener la misma edad cronológica, pero diferentes edades biológicas, mostrando trayectorias de vida con un envejecimiento mas o menos saludable, acumulando enfermedades cardiovasculares, respiratorias, mentales y también el Cáncer, que se relacionan con la falta de actividad física, la malnutrición y el tabaquismo.
El segundo tema que se aborda es la Fragilidad, que se refiere a un estado de vulnerabilidad en casos adversos de salud. Esta definición podría catalogarse como un síndrome biológico caracterizado por disminución de la reserva y la resistencia a estresores, debido a la declinación de sistemas fisiológicos como caídas, fracturas, discapacidad, dependencia, entre otros.
Según el estudio, la alta frecuencia de la fragilidad, que sumada a la pre-fragilidad alcanza un 60% de personas mayores, hacen necesaria su prevención, detección temprana y el tratamiento por un equipo de salud en la practica general, haciendo indispensable su identificación en tiempos de COVID-19.
En la investigación, las consideraciones éticas de la vejez se abordan con la finalidad de proteger a las personas mayores de tratos paternalistas, denigrantes y/o discriminatorios, con 4 recomendaciones imperativas: Evitar considerar a las personas mayores como “grupo de riesgo”, enfatizar que la vida de todas las personas posee el mismo valor y dignidad, proteger a las personas mayores, pero no paternalizarlos y, por último, respetar las decisiones autónomas y estilo de vida.
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