21 Jun 2022 / Noticias / Departamento de Filosofía /
Columna de académica del Departamento de Filosofía, Dra. Diana Aurenque: “Puentes en “distintos Chiles”

En el marco de la reciente cuenta pública del presidente Boric, la Doctora en Filosofía analizó los detalles de su primer discurso y su desempeño actual como mandatario.


La académica y Directora del Departamento de Filosofía de la Universidad de Santiago de Chile, Dra. Diana Aurenque, analizó en La Tercera, la primera cuenta pública del presidente Gabriel Boric. En su reflexión, la profesora considera que “el poder es una fuerza y la fuerza es siempre mayor, si se sostiene entre muchos; el colectivo”.

Compartimos su columna, a continuación:

En su cuenta pública, el Presidente Gabriel Boric cumplió con lo que se esperaba: mostrar cómo el oficialismo ajusta su programa de gobierno inicial y/o prioriza entre acciones urgentes, de mediano y largo plazo, comprometiendo para ello recursos y organización. Pero Boric también hizo otra cosa -algo tan o más importante como los contenidos y medidas anunciadas y por tanto tiempo adeudadas – ¿lo notaron?

El discurso debería llamar la atención, al menos, por dos cuestiones: nos encontramos con un Presidente que recalca, insistentemente, que el éxito de su gobierno no depende exclusivamente de su buena o mala gestión, ni de quienes lo acompañan en La Moneda, sino que pende, decisivamente, del colectivo, el pueblo, “nosotros”, la ciudadanía o como se prefiera llamar. Esta insistencia, lejos de querer despojarse de responsabilidad, pareciera ser más bien una corrección necesaria: desacralizar al Presidente, despojarle de esos tonos mesiánicos que despertó su figura inicialmente, y devolverle “madurez al pueblo”; interpelarlo en su protagonismo y rol clave de “ser y constituir el poder”.

Boric, en su discurso, se reconoce y se plantea como autoridad, pero no como poderoso. Porque el poder no está, como piensan ingenuamente quienes lo ven desde lejos, en los hombros de una persona, hombre o mujer, por muy Presidente que se sea: el poder es una fuerza y la fuerza es siempre mayor, si se sostiene entre muchos; el colectivo.

Pero además el discurso tiene otra gran particularidad. La autoridad máxima del Estado reconoce que es gobernante de “distintos Chile”; Chiles que no dialogan, a veces se desprecian entre ellos, no se escuchan, se atrincheran, y que no pueden, ni podrán jamás, tener algo así como “empatía” porque simplemente no se conocen -“empatía”, esa palabra que se usa frecuentemente como respuesta a la mejora moral, es bastante menos mágica de lo que se cree; algo imposible de experimentar donde no hay forma de padecer, sentir, con el otro.

Estos dos ejes estructuran el discurso y demuestran que, en poco tiempo, se va instalando una mirada madura y serena respecto de lo que realmente es el poder; algo en extremo frágil si se localiza en individuos, por muy ídolos, héroes o mártires que sean o quieran volverse.

Boric se asume correctamente: como un Presidente en tierras profundamente divididas, con plena consciencia de que la fractura es honda, y que no se cura con calmantes populistas, no se pega con azotes, ni desaparece al demonizar o idealizar un lado sobre el otro.

Y parece que tampoco intentará borrar las distancias, si no, a lo sumo, acortarlas. El Presidente, hoy más experimentado, con más “política en serio” en el cuerpo, lo sabe: ante la fractura urgen puentes. Su propio discurso los propone, encarga y transita; un relato que reconoce incluso los logros del archienemigo, el exmandatario Piñera.

Al fin se anuncia una “política en serio” -una que deja de estar apresada solo por las urgencias y emergencias del día a día, sino que, sin olvidarlas, busca proyectar una tarea de largo aliento: acercarnos, no anular la diferencia, sino reconocernos.

Puedes revisar la columna en detalle, aquí: bit.ly/3H2GWv7