Desde una perspectiva histórica, el académico del Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Chile, Dr. Maximiliano Salinas analizó la figura del actual presidente Gabriel Boric en el espacio político chileno.
Compartimos su columna, a continuación:
David, muchacho pastor, vence al gigante filisteo Goliat. Militar ducho en la guerra, apertrechado con espada, lanza y jabalina, Goliat cayó de bruces a tierra. Con una buena onda, y mejor puntería, David, el joven, derrota al viejo de la guerra en la frente. “Y venció David al filisteo con la honda y la piedra; hirió al filisteo y le mató sin tener espada en su mano”. Dijo David: “Y toda esta asamblea sabrá que no por la espada ni por la lanza salva Yahvé” (1 Samuel 17, 47).
Las armas de Goliat: espada, lanza y jabalina. Revestido de una coraza de escamas. El peso de la coraza, cinco mil siclos de bronce. El peso de la punta de su lanza, seiscientos siclos de hierro. Peso pesado, pesadísimo. David sólo sabía cuidar rebaños, el rebaño de su padre en Belén. Pastoreando rebaños, había enfrentado a leones y osos. Nunca se había medido con un superhombre, con un peleador profesional. Sus paisanos le pusieron uniforme, asemejarlo a Goliat, y le pusieron casco de bronce, coraza, espada. “Intentó David caminar, pues aún no estaba acostumbrado, y dijo a Saúl: ‘No puedo caminar con esto, pues nunca lo he hecho’. Entonces se lo quitaron”. No había para qué. La victoria de David, gracias a Yahvé, fue celebrada, especialmente por las mujeres. “Cuando volvió David de matar al filisteo, salían las mujeres de todas las ciudades de Israel al encuentro del rey Saúl para cantar danzando al son de adufes y triángulos con cantos de alegría. Las mujeres, danzando, cantaban a coro” (1 Samuel 18, 6-7).
Hoy tenemos al más joven Presidente de la historia de Chile. Un David. Defensor decidido de su pueblo. ¿Cuáles son las armas hoy del gigante Goliat? ¿Cuáles las jabalinas, las lanzas, las espadas? ¿Cuánto pesan esas armas? Vamos a ver qué pasa. Al fin, ¿se oirán los cantos de alegría de las mujeres de Israel? Si escucha los consejos de sus paisanos, tendrá que revestirse con las molestas y fastidiosas armas de los filisteos, que le impedirán caminar. Tiene que contar con lo suyo, lo que conoce bien. “Tomó su cayado en la mano, escogió en el torrente cinco cantos lisos y los puso en su zurrón de pastor, en su morral, y con su honda en la mano se acercó al filisteo”. Goliat desprecia la debilidad de David. “¿Acaso soy un perro, pues vienes contra mí con palos?”.
Reconocemos en Goliat, el gigante, la estatua, la estatura del patriarcado, descomunal, patudo, matón, artificioso. Pero no eterno. La manera patriarcal adulta de vivir sumerge en la negación a la biología del amor (Humberto Maturana). Esa manera patriarcal adulta de vivir se expresa en los astutos y machacones medios conservadores de comunicación de masas, en los privilegios asombrosos de los súper ricos, en el vergonzoso afán de bienes materiales (aischrokerdes: la palabra exacta para decirlo en el griego del Nuevo Testamento), en el peso recurrente de la trasnochada noche portaliana. David no sabe de tanto peso de bronce y de hierro. Sí sabe, lo siente en su cuerpo, que es un peso insoportable, imposible de sobrellevar. El canto liso que alcanzará la frente del gigante tiene que inaugurar una nueva forma de vivir, de reconocimiento colectivo que las nuevas generaciones chilenas tienen en sus morrales. Un modo de ser que Goliat desconoce, ni siquiera intuye, que no le enseñaron en la vetusta educación filistea.
Se trata de un cambio cultural, una oportunidad privilegiada de reflexionar. Una ruptura del vivir en la agresión y la competencia, actitudes históricas del patriarcado. No es sólo un hecho político. Esa es la honda de David. Nuestro histórico Goliat empezó a crecer durante la dominación monárquica española, y siguió creciendo desmesurado con el mandoneo centralista de la oligarquía criolla.
Es tan largo en el tiempo como en el espacio, con sus “seis codos y un palmo de estatura”. El impacto que recibió en la frente el gigante fue lo que no se esperaba, lo que no tenía resguardado, controlado. La preciosa oportunidad de pensar de otra manera. Democráticamente.
La práctica vigente de la democracia no pasa de ser “un mero deseo literario debido a su negación directa o indirecta a través de una larga historia política de conversaciones recurrentes de apropiación, jerarquía, dominación, guerra y control” (Humberto Maturana, Amor y juego). La victoria de David es vivir la democracia como una auténtica gesta cultural. Introducir el emocionar del autorrespeto y el respeto mutuo. Es la anhelada apuesta de nuestra nueva Constitución Política en Chile.
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