El historiador y académico de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile, Dr. Maximiliano Salina, analizó en su reciente columna de “El Desconcierto” la nueva forma de entender la democracia en Chile, a los pueblos originarios y citó a Gabriela Mistral en una de sus reflexiones.
“Queremos contarles que, a pesar de lo que la historia oficial cuenta, nosotros los descendientes del pueblo selk’nam existimos, y que, a través de nuestras venas, corre sangre selk’nam, y que a través de nuestra sangre nuestros ancestros gritan que no han muerto”, dijo Hemany Molina Vargas, en la Comisión Derechos Humanos de la Convención Constitucional el 11 de agosto pasado. La Comisión de Derechos Humanos, coordinada por la historiadora y abogada Manuela Royo, contribuye en este momento de un modo excepcional a la descolonización del conocimiento de los pueblos de Chile. La homogeneidad del discurso nacional que caracterizó los siglos XIX y XX pierde sostén, pertinencia, fundamento. Las expresiones de la diversidad, los pueblos indígenas y afrodescendientes, irrumpen con su humanidad viva, ignorada durante 200 años por un modo de ser y conocer racista. Hasta el convencional Jorge Arancibia tiene que escuchar y sumarse, a duras penas, a la nueva forma de ver el mundo”
“¿Dónde confluyen estas voces, ¿dónde se armonizan? Los pueblos originarios, de larga duración, apelan, desde sus multiplicidades lingüísticas y territoriales, a una experiencia matriz común, la Madre Tierra, experiencia desatendida por el republicanismo de raíz europea y urbana. Durante el estallido de 2019 pudo advertirse esta sensibilidad. Había una voluntad de trascender los marcos de la república de inspiración platónica, circunscrita a un gobierno civil desconectado de la vida de la naturaleza. La bandera mapuche, wenüfoye (‘canelo del cielo’), fue enarbolada mayoritariamente durante la manifestación social. La episteme republicana clásica cavó un abismo entre la cultura épica de los hombres, más que nada varones, y la naturaleza, la physis, vista como una alteridad para ser aprovechada por los intereses supremacistas de la humanidad. ¿Qué era la naturaleza sino un horizonte de ‘reservas inagotables’, objeto de explotación por el gran protagonista de la historia, el hombre de la civilización y del progreso? Esta manera de entender la sociedad y la economía hoy no se sostiene, como consta cada vez que nos enteramos a diario de la crisis climática que vivimos y padecemos. El hombre moderno enloqueció a la naturaleza: extrajo sus entrañas, arrebató sus equilibrios, descuidó sus ritmos innatos”.
“Las chilenas y los chilenos sentimos ahora que una manera de hacer política de espaldas al mar, a los ríos, a la cordillera, a la tierra entera, ya no nos habla, no nos emociona. Son naturalmente las comunidades indígenas y afrodescendientes, amantes y respetuosas de la Madre Tierra, quienes invitan a hacer un giro histórico, social, cultural, epistémico. Ellas pasan ahora a ser voces autorizadas de la política pública, del nuevo lenguaje constitucional de Chile. Esta es una novedad que puede sorprender a muchos. Acostumbrados a la polis centralista e individualista de los notables –fueran los oligarcas de 1833, los caudillos de 1925 o los empresarios de 1980–, portavoces de intereses superiores, metropolitanos, al fin, que nos llevaban lejos de Chile. Esa política que aun en 1810 “en verdad independizó a un décimo de la población” (Gabriela Mistral, Conversando sobre la tierra, 1931)”
El académico analizó la convención constitucional y se refirió, además, a su Presidenta, Dra. Elisa Loncon: “Nace una manera nueva de entender la democracia, tendida y entendida hacia el futuro entrañable de nuestro convivir. Con un perfil decididamente femenino. Sin el protagonismo femenino e indígena, no nos dirigimos a ninguna parte. No es un azar que Elisa Loncon presida la Convención Constitucional. No se trata sólo de una concesión a las ‘minorías étnicas’. La descolonización se abre paso entre nosotros. Esto significa ver y entender a Chile con otros ojos. Es la mirada admirada ante nosotros mismos. Una mirada atenta, despejada y extremista: del extremo sur al extremo norte. Con los ojos de las mujeres selk´nam o lickanantay. Ximena Anza, comunera de Caspana, dice en la Convención: “Sin agua no hay agricultura, ni pastoreo, ni pueblos. ¿Cómo le damos sustento a nuestras prácticas? ¿Cómo generamos nuestros alimentos? […]. El despojo de nuestros derechos ha sido sistemático, el privilegio a la propiedad privada y el afán de superponer al mercado como orientador de la explotación de todos los elementos de la naturaleza, suspendió por un largo tiempo el desarrollo de nuestros derechos territoriales”. Ahora caemos en cuenta cabal que el principio redondo del mundo es la Tierra. Antes que nada. Como enseñó Gabriela Mistral, en Conversando sobre la tierra: “Los hombres tenemos que decir al revés de san Juan el Evangelista: ‘En el comienzo era la tierra’ y no ‘En el comienzo era el Verbo’”.
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