La investigación financiada por el Proyecto Dicyt 2025 analiza el papel de las emociones en la formación docente y cómo estas influyen en la manera en que los futuros profesores comprenden y aplican la inclusión en el aula. A través de relatos y metodologías basadas en el arte, el estudio busca dar visibilidad a las experiencias que marcan el aprendizaje en la práctica pedagógica.
La investigación surge en el marco del Departamento de Educación de la facultad y busca responder a una interrogante clave: ¿cómo influyen las emociones y vivencias de los profesores en formación en su manera de entender y aplicar la inclusión en la práctica escolar? “Siempre se ha pensado que la falta de inclusión en las escuelas es un problema de conocimiento o competencias de los docentes. Pero cuando observamos la práctica, nos damos cuenta de que influyen muchos otros factores: la cultura de la escuela, el contexto social, la historia personal del docente y, sobre todo, las emociones que surgen en ese espacio”, explica Herrera.
El proyecto, que se encuentra en su tercer año de desarrollo, nació a partir de investigaciones previas que abordaban la formación docente en inclusión. Sin embargo, estos estudios estaban mayormente centrados en los cursos universitarios, sin profundizar en lo que ocurre cuando los profesores en formación llegan a la escuela. “Nuestra experiencia en docencia nos ha mostrado que la práctica tiene un impacto mucho más fuerte que la formación teórica en la universidad. Pareciera ser que el aprendizaje real sobre inclusión sucede en la escuela, y queríamos explorar cómo se vive ese proceso desde un enfoque más amplio, que no solo mire la adquisición de conocimientos, sino también las experiencias y afectos que emergen en ese espacio”, señala la investigadora.
Uno de los principales aportes de esta investigación es su metodología, que se basa en la investigación narrativa y en el uso de herramientas artísticas para recoger experiencias y reflexiones de los profesores en formación. En lugar de recurrir exclusivamente a entrevistas o grupos de discusión, el estudio incorpora técnicas de expresión artística que permiten a los participantes plasmar sus vivencias de manera simbólica. “El arte nos ofrece un espacio de reflexión distinto, donde los profesores en formación pueden dar sentido a sus experiencias sin las limitaciones del lenguaje formal. A través del dibujo, la escritura creativa o la expresión corporal, se generan relatos que nos ayudan a comprender mejor cómo viven la inclusión en su práctica”, detalla Herrera.
La investigación también ha evidenciado que el espacio de práctica no solo influye en el conocimiento que adquieren los futuros docentes, sino que también moviliza recuerdos, historias personales y emociones profundas. “Los profesores en formación no llegan a la escuela como una hoja en blanco. Tienen experiencias previas, muchas veces marcadas por situaciones de exclusión, y eso incide en cómo entienden la inclusión. No podemos formar docentes inclusivos si no consideramos sus propias historias y la manera en que son afectados por el entorno escolar”, sostiene la académica.
El proyecto se desarrolla con la participación de estudiantes de pedagogía de distintas universidades a lo largo del país, lo que ha permitido comparar experiencias en diversos contextos educativos. Si bien existen diferencias entre hacer la práctica en una escuela rural y en una urbana, los relatos han mostrado que la manera en que los estudiantes interpretan estas experiencias tiende a ser similar. “La formación docente ha ido estandarizando la forma en que los futuros profesores reflexionan sobre su práctica. Más allá de las diferencias territoriales, hay una homogenización en la manera en que viven e interpretan la inclusión, lo que nos hace preguntarnos si estamos dejando fuera otras dimensiones importantes de la formación”, comenta Herrera.
Uno de los mayores desafíos metodológicos de este estudio ha sido encontrar formas efectivas de recopilar testimonios sin sobrecargar a los profesores en formación, quienes ya tienen una alta carga académica y emocional. “No podemos pedirles que lleven un diario detallado de todo lo que viven en la escuela, porque sabemos que el tiempo no lo permite. Entonces, hemos tenido que construir espacios de reflexión que sean significativos, pero también viables dentro de sus tiempos de formación”, explica la investigadora.
Otro de los desafíos ha sido abordar el tema de la exclusión sin simplificarlo a un problema de los estudiantes. “Generalmente, cuando hablamos de inclusión pensamos en los niños y niñas que son excluidos del sistema, pero rara vez nos detenemos a pensar en los docentes. Los profesores en formación también tienen historias de exclusión. Vivimos en una sociedad segregada, y eso marca sus experiencias en la escuela. La exclusión no es un problema de ‘otros’, sino algo que nos atraviesa a todos”, enfatiza Herrera.
Este enfoque busca no solo comprender mejor las dinámicas de inclusión en la práctica escolar, sino también generar un cambio en la formación docente. “Hoy seguimos viendo la formación pedagógica desde una perspectiva muy racional y lineal, como si se tratara solo de adquirir habilidades técnicas. Pero enseñar es una experiencia compleja, que implica lidiar con múltiples factores: desde las exigencias administrativas hasta las relaciones con estudiantes y familias. Si no preparamos a los futuros docentes para navegar en esa complejidad, estamos dejando fuera una parte fundamental de su aprendizaje”, reflexiona la investigadora.
El proyecto también se vincula con los valores y enfoques de la Facultad de Humanidades de la Usach, donde la educación inclusiva se entiende desde una perspectiva de justicia social. “Formamos docentes inclusivos no solo porque lo exige un estándar, sino porque creemos en la necesidad de transformar las condiciones de exclusión en las escuelas. La educación es un espacio de cambio social, y la manera en que preparamos a los profesores debe estar alineada con ese compromiso”, concluye Herrera.
A través de esta investigación, la Usach reafirma su compromiso con el desarrollo de nuevas metodologías de formación docente y con la generación de conocimiento que contribuya a una educación más justa e inclusiva.
Créditos:
Redacción: Sofía Molina C.
Fotografía: Sofía Molina C.
Edición: Luciano Guzmán N.