Ante una ola de manifestaciones internas y el desafío de aniquilar a Hamas, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, se enfrenta a un laberinto político del cual no es fácil encontrar una salida. Así lo expone el Dr. Claudio Coloma, académico del Departamento de Estudios Políticos Usach, en columna publicada en El Mostrador.

La declaración del estado de guerra del pasado 7 de octubre proporcionó a Netanyahu un respiro político al permitirle formar un gabinete de unidad y calmar las tensiones internas. Sin embargo, el rechazo hacia su figura persiste, como lo demuestran las recientes protestas del 18 de octubre en Tel Aviv y Jerusalén, que exigieron adelantar las elecciones programadas para 2026.

El conflicto con Hamas presenta un desafío aún mayor para Netanyahu. A pesar de sus intentos por debilitar a la organización terrorista fortaleciendo la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania, el objetivo de aniquilar a esta agrupación se revela como una tarea prácticamente imposible.

Además, detener los ataques contra Hamas no es una opción fácil para Netanyahu, ya que podría enfrentar un juicio por crímenes de guerra en la Corte Penal Internacional una vez que la violencia cese. El lento progreso en las negociaciones para un cese al fuego en Egipto indica que el primer ministro tampoco está apurado por terminar el conflicto, lo que refleja su complicada situación política.