Allende no opta por la bolsa, sino por la vida. Así entra en la historia de la comunidad humana. Como un hombre libre y entusiasta: como un compañero. Con esa revolución festiva de empanadas y vino tinto. Esa comida y esa bebida que sabe a liturgia desde el siglo I de la era cristiana. Señales de alegría dieciochera.
En Chile los dueños de la riqueza han sido considerados históricamente personas meritorias por sí mismas. Su protagonismo sería de suyo civilizatorio, impecable. La mentalidad colonial hizo de los ricos una especie de fundamentos de derecho divino. Desde los encomenderos y estancieros del siglo XVII, las autoridades políticas y militares se entregaron a sus intereses. Para un país doblegado por esa mentalidad colonizada, la figura de Salvador Allende será siempre motivo de contrariedad.
Además, la sociedad colonial se funda en el miedo. Las personas más cobardes son las más ricas. Por principio, medrosas e inseguras, anteponen la bolsa a la vida. Para ellas Salvador Allende es una experiencia abismal, un trauma insuperable. Cuestiona la historia de quienes desde los orígenes del orden colonial se apoderaron de los bienes de la tierra. Allende desafía el tiempo de la élite.
Allende no opta por la bolsa, sino por la vida. Así entra en la historia de la comunidad humana. Como un hombre libre y entusiasta: como un compañero. Con esa revolución festiva de empanadas y vino tinto. Esa comida y esa bebida que sabe a liturgia desde el siglo I de la era cristiana. Señales de alegría dieciochera. El 11 de septiembre de 1973 puede verse como parte de una película estadounidense de terror, mas permanecer como espectador pasivo de esa superproducción es quedarse leyendo el libreto de los ricos. Es no alcanzar a encenderse con la luz apasionada de la vida. Es desconocer el misterio de saber a ciencia cierta que Allende vive, como ha sostenido la esperanza del pueblo. La certeza de la vida Allende la muerte, título de la creación del artista Roberto Matta inspirada en el 11 de septiembre de 1973.
Reconocemos a Salvador Allende desde la historia de la humanidad que opta por la vida. Allende aborda la disyuntiva mayúscula de nuestros tiempos modernos. Por un lado, el ser, o el ”˜ser alguien’, esto es, la demanda individual y pretenciosa de los opulentos, de los mercaderes. Por otro lado, el ”˜estar aquí’, el fluir del convivir colectivo y seminal de la América profunda (Rodolfo Kusch, América profunda).
Ante esa encrucijada es imprescindible la disolución del yo, del individuo posesivo, para alcanzar la plenitud del nosotros, la comunidad generosa, afectuosa, espléndida. “[La] plenitud del individuo es la resultante natural de su integración correcta en la lucha social. Fuera de ella, fuera de la lucha social, todo es dolor, todo es tiniebla; todos los caminos conducen a la locura. El hombre contemporáneo puede perfectamente doparse con whisky, con religión, con arte puro, con sexo, con palabras, con oro, con sangre, con cualquiera de los frutos envenenados de la cultura burguesa, pero no puede sentirse bien, no puede respirar a todo pulmón, no puede florecer en todo el esplendor de su cuerpo y de su espíritu sino cumpliendo sus deberes de hombre contemporáneo” (Nicanor Parra, Discurso de bienvenida en honor de Pablo Neruda, Universidad de Chile, 1962).
Allende florece en todo su esplendor cumpliendo con su deber de hombre contemporáneo. Sin pesimismo, sin drama, se dirige resueltamente a su pueblo amado: “Tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos. ”
Maximiliano Salinas – Escritor e Historiador. Académico de la Facultad de Humanidades de la Usach.