Estudiantes de todas las edades participan activamente en iniciativas mapuches para recuperar tradiciones ancestrales y fortalecer su identidad, guiados por autoridades y educadores comprometidos con la enseñanza intercultural y el respeto por el legado williche.
En el corazón del sur de nuestro país, en la región de Los Lagos, habita desde tiempos precolombinos el pueblo Williche, guardianes de la tierra y el agua. Su cultura ancestral, arraigada en la agricultura y la pesca, teje historias en cada amanecer. Con sus lenguas y cantos, los williches honran la naturaleza, viviendo en armonía y comunidad, custodiando el legado de sus ancestros con alma y corazón.
Con el fin de honrar y proliferar este legado es que durante la última semana de abril, se llevaron a cabo dos jornadas de actividades con estudiantes del Colegio Bicentenario de Excelencia de Quilacahuín, para comenzar el cuarto año del proyecto “Rescate de memoria de la cultura mapuche williche”. Dirigido por la profesora finalista del global teacher 2021, Carolina Sandoval y la educadora tradicional del establecimiento, Ximena Fuchawinka, en conjunto con la Universidad de Santiago, que ha ayudado a levantar este proyecto.
Ubicado en la ciudad de Osorno, Quilacahuín es una comuna pequeña y diversa. Pero que originalmente, era territorio de la comunidad mapuche williche. Hoy, muchas de sus costumbres, lenguas e historias han sido olvidadas, incluso por las mismas personas de la comunidad. Esto debido a múltiples factores, siendo uno de ellos y el más grave, la discriminación y humillación por parte de sus cercanos.
De esta manera, con la cuarta versión de este proyecto y la generación de “activadores de memoria”, se busca recuperar lo perdido a través de la construcción de una enseñanza intercultural, donde todos los niños y niñas del colegio, voluntariamente, sin importar su ascendencia, son bienvenidos a participar de encuentros y actividades mapuches y a aprender de ellas.
Así comenzó la primera jornada, con 12 estudiantes voluntarios entre los 11 y 18 años, guiados y acompañados por las profesoras Carolina y Ximena, dando inicio al día con un Gillatu: una ceremonia que se hace alrededor del Rehue, figura tallada en madera que representa un punto de conexión entre nuestro mundo y el mundo espiritual, en el que se hacen ofrendas; pidiendo y agradeciendo a los antepasados. Contando además, con una especial visita de 3 autoridades mapuches: el Apo-Ulmen (lonco, jefe caracterizado por su sabiduría) de la comunidad, José Troquian Trunci, la fiscal del cacicado, Marisol Jaramillo y el Apo-Ulmen de una comunidad vecina, que también es el más antiguo de todos, José Arturo Cameo Curimé; quienes asistieron con el fin de enseñarles más sobre la cultura e historia mapuche a través de un nütram, un tipo de conversatorio alrededor del fuego mientras se come un gran desayuno de sopaipillas con queso, jamón, ají y un té o mate (o leche con milo en el caso de los niños), donde los estudiantes podían realizar todas sus preguntas y consultas.
A la actividad también asistió el director del colegio, Daniel Martínez, quien lleva en el cargo aproximadamente dos años y ha puesto su esfuerzo en insertar una educación intercultural junto a las encargadas del proyecto, que respecto a la importancia de esta comenta “creo que no tienen que olvidar nunca sus orígenes. La historia del pueblo mapuche fue una historia de persecución, de malos tratos, que fue perdiendo sus tradiciones, su lengua. Por lo tanto, es importantísimo que las conozcan y se apropien nuevamente de ellas, porque son parte de su cultura”.
“Es responsabilidad del colegio guiar y formar esa cultura en conjunto con la comunidad y las autoridades ancestrales. No hay que darle la espalda al territorio, sino que estar abiertos, porque estamos formando personas integrales”, enfatiza.
A la instancia, también asistieron dos ex estudiantes del colegio, ambos pertenecientes a la comunidad, quienes al enterarse de la actividad, no dudaron en participar y, tras un contundente desayuno, los estudiantes tuvieron la posibilidad de ver un documental inédito, de más de 50 años de antigüedad, rescatado por el académico de la Universidad de los Lagos Martín Quintana, que relataba la vida mapuche de esa época y cómo fueron perdiendo sus territorios hasta ser paulatinamente colonizados. Un documental que a la mayoría de los estudiantes les gustó mucho, debido a la forma cruda y real que se evidenciaba la vida mapuche. Y finalmente, la jornada terminó con un nutram, esta vez enfocado en el filme que vieron y conversándolo con los más adultos para nutrirse también con sus visiones y experiencias.
“El estar acá ahora me parece fundamental, sobre todo para la gente joven que está estudiando porque, desafortunadamente, en la educación formal es muy poco lo que se considera de los valores esenciales de la cultura de los pueblos originarios de nuestro país. Es muy poco lo que se entrega. Y qué mejor que seamos nosotros, los propios mapuches, quienes conservemos los conocimientos de nuestro pueblo y podamos de alguna manera traspasarlo a las nuevas generaciones. Es mi profundo deseo que, a la larga, los niños se conviertan en actores protagonistas de la construcción de nuestra propia historia”, expresó Don Arturo, el Apo Ulmen de San Juan de la Costa, al finalizar la actividad.
El día siguiente, la jornada fue un poquito más corta pero no menos significativa, y también dio inicio con un Gillatu; esta vez, dirigido y organizado por los mismos niños y niñas, que tras terminarlo, dieron inicio al desayuno, también organizado y preparado por ellos.
Luego, comenzó el proceso de “activación de memoria”, en el cual cada estudiante recibió una libreta de regalo por parte de la Universidad de Santiago, y con el uso de su imaginación y recuerdos, respondieron preguntas y dibujaron lo aprendido el día anterior.
Cabe destacar que la presencia de las autoridades mapuches para los niños fue fundamental, fue “un honor”, mencionó uno de los estudiantes. Al mismo tiempo, para los mismos adultos también fue muy importante asistir a la actividad para el desarrollo de la interculturalidad, no sólo en marco del proyecto, sino como una actividad concreta en pro de la educación intercultural en general. “No hay que olvidar nuestras raíces, nuestros inicios, por un tema también de sentirse bien ellos (los niños) como personas, como mapuches de no ser humillados nunca. Y al contrario, sentirse felices de pertenecer a este pueblo, que somos los originarios. Somos los primeros de por acá”, dijo la fiscal Jaramillo.
Aprender de esta manera ha sido muy gratificante para los estudiantes, enseñándoles una forma de aprender distinta a la que se vive en las cuatro paredes de un salón de clases. “En la escuela aprendo números, letras, sílabas, pero aquí aprendo una forma de vida”, se refirió Gerald, uno de los estudiantes voluntarios que lleva en el proyecto desde los inicios. Y al igual que él, muchos de sus compañeros y compañeras comentan que esta forma de aprender les gustaba mucho, ya que hay un mayor contacto y cercanía con la naturaleza.
“Me parece interesante y divertido porque es al exterior y no en una sala. Al estar al aire libre me es más fácil aprender”, “me encanta, porque así uno aprende sobre la cultura mapuche”, “es divertido porque puedo convivir con mis compañeros y conocer más gente”, “me parece genial porque vas reuniendo conocimiento de todas partes”, “la prefiero porque me siento más conectada y más tranquila”, fueron algunas de las impresiones de los niños y niñas.
A modo de corolario, Ximena Fuchawinka, educadora tradicional del establecimiento de Quilacahuín y también artesana de la comunidad, comenta que “nosotros somos mapuches en re-construcción. Y que los niños puedan tener esta oportunidad desde muy pequeños para construirse y reconstruirse, es algo que llena de alegría nuestros corazones”.
“La historia dice que las misiones nos arrebataron nuestra espiritualidad, nuestro idioma; mucho del ser mapuche se quitó de los colegios. Estar en una institución donde por mucho tiempo se prohibió el hablar en mapudungún y hoy en día tener la posibilidad de enseñarlo a los niños es sanar la historia”, explica.
“Hoy podemos hablar desde el amor, porque por muchos años, nosotros teníamos mucha rabia hacia el pueblo chileno y la iglesia católica. Y estas acciones hacen que uno vaya curando esas heridas. Cuando los niños en el patio del colegio me ven y me saludan ‘mari mari, lamuen’, ellos esperan un ‘mari mari’ de vuelta. Eso ya es una victoria. Esas cosas llenan el corazón y para mí, como mapuche, me fortalece. Mi espiritualidad, mi newen se ve robustecido al estar en este espacio”, finaliza Fuchawinka, esperanzada.
Créditos:
Texto: Isidora Aranda V.
Imagen: Isidora Aranda V.
Edición: Luciano Guzmán N.